Chernóbil, la vida se abre camino


Han pasado más de tres décadas desde el accidente de Chernóbil, el más grave de la historia nuclear. Desde aquel fatídico día, el 26 de abril de 1986, los niveles de radiación han descendido muchísimo. La incidencia de la radiación nuclear ha sido mucho menor de lo que se esperaba, un gran noticia. En la zona de exclusión, de unos 4.000 kilómetros cuadrados, la vida sigue su curso. Han regresado los osos, han regresado los bisontes, hay poblaciones de lobos, de linces, de alces, de castores, de nutrias, de ciervos, de caballos de Przewalski, etc.

La capacidad de adaptación y resistencia de los organismos vivos a la radiación es mucho mejor de lo que se preveía. Y lo más importante, la zona de exclusión está casi deshabitada, sin apenas interferencia humana. Al no haber actividad industrial y agrícola, las masas boscosas han aumentado. Todo ello ha beneficiado a muchas especies, especialmente a los grandes mamíferos. Sorprendentemente Chernóbil, lejos de ser un ecosistema fantasma, se ha convertido en un paraíso para la fauna salvaje. 

Zona de exclusión de Chernóbil 










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