Apuntes sobre el oso pardo en Yecla (Murcia)
Las primeras pruebas físicas de fauna encontradas en el término municipal de Yecla fueron restos óseos de animales consumidos por grupos humanos de cazadores y recolectores durante el Epipaleolítico, sobre el 8.500 a.C., encontrados en la Cueva del Lagrimal (Yecla-Villena): cabra montés, ciervo, jabalí, caballos, etc.
Entre el VI y III milenio a. C. -Neolítico-Eneolítico-, aparecen representados diversos animales en las pinturas rupestres del Monte Arabí: caballos, bóvidos, cabras, ciervos, caballos, etc. No se ha encontrado ningún resto óseo de oso pardo en los yacimientos arqueológicos de la Edad del Bronce. No hay documentos que citen la presencia de osos en Yecla a lo largo de las siguientes etapas históricas, solo aparecen ciervos, jabalíes, corzos, cabras monteses, équidos, lobos, etc. No hay referencias en la toponimia. La presencia de osos en el Altiplano murciano es una incógnita, su extinción podría remontarse a la noche de los tiempos.
Sin embargo sí que hay, de cuando había osos en la Región Murcia, afortunadamente, un par de referencias documentales de máximo interés para la región de en el Libro de la Montería de Alfonso XI, del siglo XIV. El rey de Castilla y León mandó escribir un libro donde se recopilaron numerosos datos sobre la caza mayor, tradición que ya había iniciado su padre Alfonso X, apodado el Sabio:
"La Sierra deEfpuña es buen monte de Offo e de Puerco en invierno, e ha en ella eftas Fuentes. La Fuente de la Carrafca, la Fuente del Buytre, la Fuéte de la Figuera, la Fuente de la Plata, la Fuente del Prado Mayor, la Fuente Vilqueu de Efpuña, e otras Fuétes, que no fon nombradas"
"El Monte de Moratalla es bueno de Puerco en inuierno, e a las vezes ha Offo en tiempo dela Vellota". "La Sierra de Fondares es buen móte de Offo e de Puerco en inuierno".
Las poblaciones de osos fueron desapareciendo de la parte meridional de la Península Ibérica, hasta su total extinción en el siglo XIX, como consecuencia de la caza, la tala de bosques y el aumento progresivo de la superficie destinada a la agricultura y ganadería. Este proceso hunde sus raíces en el Neolítico, de tal modo que a lo largo del tiempo estas poblaciones se fueron fragmentando en núcleos cada vez más reducidos, aislados entre los sistemas y parajes montañosos más recónditos, escabrosos e inaccesibles. La caza ya era un problema a principios del siglo XIV, un edicto de Jaime II de Aragón de 1303 cursó órdenes al municipio de Mosqueruela (Teruel) para “que no cacen ni maten los puercos silvestres, ciervos u osos con ballesta o cualquier otro ingenio, bajo pena de 60 sueldos jaqueses cada vez y 40 sueldos por cada corzo o cabrón silvestre que sacrifiquen”.
La presencia de osos en las Sierras del Segura y Cazorla está documentada en el Libro de la Montería de Alfonso XI, del siglo XIV y en la relacion de pueblos de España elaborada por iniciativa y orden de Felipe II en el siglo XVI.
Durante los siglos XVII y XVIII la situación del oso en la Península Ibérica empieza a ser muy crítica. Se acentúan las causas de su regresión señaladas anteriormente. En los ambientes nobiliarios la caza mayor era un arte venatorio, sin embargo, el plantígrado debió ser un animal muy impopular, como el lobo, al fin y al cabo causaba daños a la ganadería, a los cultivos y a los colmenares. La monterías, con sus jaurías de perros, debieron ser muy frecuentes. A diferencia de otras épocas, ya no se utilizaba la ballesta sino armas de fuego.
Ya en el siglo XIX, en el prestigioso diccionario geográfico, estadístico e histórico de España, conocido como "el de Madoz", de la primera mitad de siglo, se citaba para la Sierra del Segura: "Hay porción considerable de lobos, zorras, algunos gatos monteses, jabalíes, y aun se han visto algunos osos…". Nótese la palabra "aun", muy llamativa, indica estado de precariedad.
Por otra parte el periodista parlamentario Antonio de Valbuena escribió en su tratado cinegético: "Aun en este siglo, y cuando andaba ya cerca de mediarse parece que quedaba algún ejemplar del oso en la Sierra del Segura…". Nótese la palabra "parece", dicho de otro modo, no es seguro, quizás un eco del pasado.
Para finalizar, el naturalita Gabriel Pallares en su guía de la naturaleza española de 1990 también nos dejaba un testimonio interesante, aunque hay que tomarlo con precaución: "Lo cierto es que a mediados del pasado siglo los osos murcianos ya sólo trasegaban ocasionalmente por el noroeste regional procedentes de las albaceteñas sierras de Alcaraz y los montes en torno a la localidad de Yeste...".
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