16 de agosto de 2021

Entre mayo y agosto


El águila calzada es una de las rapaces migradoras que se dejan ver en Yecla en primavera, campeando a sus anchas en busca de conejos y aves de mediano tamaño como palomas torcaces, urracas abubillas, etc. De vuelo ágil y tamaño medio, esta estilizada rapaz sufre diferentes amenazas en la península ibérica: expolio de nidos, caza ilegal, electrocuciones en tendidos eléctricos, talas, incendios y aperturas de pistas en zonas forestales.


Si bien es cierto que las cámaras puente tienen una calidad de foto muy inferior a una réflex, su versatilidad compensa si las utilizas en plan aficionado, sin mayores pretensiones. Y es así como en nuestras pequeñas salidas de campo, en plan bichólogos, intentamos captar diferentes especies de insectos batiendo sus alas o tratando de consumir néctar y polen, algunos se dejan fotografiar, otros no.





Si hay una silueta típica y tópica al atardecer en los campos yeclanos esa es sin duda la de un pequeño y rechoncho búho, el mochuelo, aupado sobre uno de sus tantos posaderos, ya sea en una casa abandonada, olivar, muro, majano o ribazo, a la espera de pequeños roedores, saltamontes, escarabajos, lombrices, etc.



En agosto la naturaleza duerme a mediodía, en el cénit del sol, solo la chicharra y su recurrente canto desafía el calor extremo. A primera hora de la mañana o a última de la tarde es cuando la reina indiscutible del aire, el águila real, despierta de su letargo. Observar su arrancada desde una peña es todo un espectáculo. Es la ave de presa más poderosa de nuestra fauna, siendo la mayor de las águilas ibéricas, pudiendo alcanzar los dos metros de envergadura. Pese al bochorno y calima de agosto, la vida sigue su curso, asoma al alba, descansa a mediodía y renace al atardecer, con la puesta del sol.


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